La producción industrial de Alemania registró el pasado mes de noviembre un incremento del 1,1% respecto del mes anterior, cuando había retrocedido un 1%, lo que supone la mejor lectura del dato en 18 meses, según informó la oficina federal de estadística de Alemania, Destatis.
Nuestra economía se acerca a un punto de inflexión, y corre el riesgo de agudizar su desaceleración, si bien un repunte providencial no es descartable. Los datos revisados de crecimiento traducen una pérdida de ritmo más acusada de lo anticipado por algunos analistas y el propio gobierno. Salvo una improbable aceleración de la actividad en el cierre del año pasado, todo apunta a un avance del PIB del 1,9% en 2019. Un resultado que, pese a casi doblar la media europea, se sitúa medio punto por debajo del registro de 2018.
El índice IHS Markit PMI del sector manufacturero se situó en diciembre en 47,4 puntos, una décima menos que en noviembre, con lo que suma siete meses consecutivos por debajo del umbral de los 50 puntos que separa el crecimiento de la contracción. La peor noticia viene por el lado del empleo. Según las empresas, el nivel de personal se ha desplomado al nivel más bajo en seis años.
En las carreras de relevos no importa solo la velocidad, también las condiciones en que se pasa el testigo. Con la macroeconomía sucede lo mismo. Como los relevistas, son cuatro los trimestres para los que se ofrecen datos de crecimiento. Esta semana hemos sabido que el tercero de 2019 mostró síntomas de fatiga que van a condicionar, probablemente, la carrera de los tres meses finales del año.
El Banco de España defiende que los jóvenes son los más perjudicados de la Gran Recesión. Sus cifras pintan un muro generacional infranqueable. Con datos de 2016, los hogares con un cabeza de familia menor de 35 años tenían una renta un 18% más baja que las familias de esa edad en 2010.
Los aires del caballo de la economía española han pasado del trote al paso. Crecimos con vigor tras los ajustes de la crisis y la fase alcista del ciclo económico. Y ahora, resistimos con incertidumbre ante la falta de reformas y la presencia de condiciones exteriores menos favorables. La cosa, de momento, no va a peor.
En el 2002 cerró Lear en Cervera, donde trabajaban casi 1.300 trabajadores. En los meses siguientes, Valeo, Samsung o Braun popularizaron los conceptos de ERE (expediente de regulación de empleo) y de deslocalización. La economía pasaba por un momento de crecimiento previo a la crisis del 2007 y se destruía empleo en la industria de forma alarmante.
El deterioro de la economía mundial iniciado desde mediados de 2018 se está suavizando. Los índices de actividad, como los indicadores de confianza y de gestores de compra, disponibles hasta noviembre, apuntan a un leve repunte para el cierre del año. Una tendencia avalada por el dato de crecimiento del tercer trimestre para la eurozona, sin cambios con respecto al segundo, quebrando un declive que no parecía tocar fin.
Después de meses de malas noticias y de encadenar revisiones macroeconómicas a la baja, las señales de alarma parecen aminorar. Se encara con más optimismo el cierre del año y el arranque del 2020, ya que aumentan las voces de organismos y expertos que consideran como hipótesis más probable que el deterioro económico se esté estabilizando.
La producción de la industria alemana cayó en octubre un 1,7% respecto al mes anterior, según datos provisionales difundidos hoy por la Oficina Federal de Estadística (Destatis).
Al mismo tiempo, la oficina confirmó el descenso de la producción industrial para septiembre del 0,6%.
En el sector industrial, la producción en octubre se contrajo un 1,7% respecto a septiembre, mientras que la generación de energía subió un 2,3% y la construcción se redujo un 2,8%.