La carta de presentación es de por sí rotunda: 15 países del mundo, con China entre ellos y que en conjunto representan el 30% del PIB mundial, han firmado la mayor alianza comercial del planeta. Bautizada como Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés), está formada por naciones de Asia y Oceanía y deja al margen a Estados Unidos, retirado de los grandes acuerdos de comercio desde la victoria electoral de Donald Trump en 2016.
Miles de soldados tratando de cruzar a caballo un estrecho puente (en mandarín:千军万马过独木桥) es la frase que decora, en distintas versiones, los muros de un gran número de centros educativos y con la que se identifica el examen nacional de acceso a la universidad en China, el conocido Gaokao y que deja bien patente la feroz competencia que se avecina a los alumnos.
En el camino económico de la Socioeconomía china, en los últimos trimestres ha habido varias piedras puntiagudas desperdigadas por aquí y por allá, con el riesgo cierto de poder hacer descarrilar al gigante asiático. Si bien es cierto que son piedras que de una manera u otra también están amenazando con sacar del carril a buena parte de las economías del resto del mundo, no es menos cierto que buena parte de los “pedruscos” llevan un “made in China” más claro que el de una baratija de un bazar de “Todo a un Euro”.
Con el coronavirus controlado desde antes del verano, la economía china sigue recuperándose mientras la pandemia continúa azotando al resto del mundo y marca cifras récord de contagios en Europa. Durante el tercer trimestre, el Producto Interior Bruto (PIB) de China creció un 4,9 por ciento con respecto al mismo periodo del año anterior, según anunció este lunes el Buró Nacional de Estadísticas. Dicha subida es mayor que la del 3,2 por ciento registrada durante el segundo trimestre, pero menor que el 5,2 por ciento vaticinado por los analistas de la agencia Reuters.
Todas las amplias avenidas de Haitang —una flamante localidad playera en la isla china de Hainan, cuyas palmeras, hoteles de lujo y edificios despampanantes hacen evocar Miami— acaban llevando al mismo lugar. A un descomunal complejo, construido en cristal y acero, de ventas libres de impuestos, en el que no falta una sola firma mundial de lujo.
Un mismo discurso se repite en casi todos los sectores de la economía china. “La fábrica ya está a pleno rendimiento. La producción incluso ha aumentado con respecto al año pasado”, afirma uno de los responsables de Comunicación de la marca de automóviles china Geely durante una visita a su planta de Guiyang.
El índice gerente de compras (PMI), indicador de referencia de la industria manufacturera de China, se situó en agosto en 51 puntos, con lo que prorroga su racha de crecimiento por sexto mes consecutivo, según datos oficiales publicados hoy.
La cifra es 0,1 puntos menor que el mes anterior y ligeramente más baja de lo esperado por los analistas, que habían pronosticado 51,2 puntos para el presente mes. No obstante, en este índice, un registro por encima del umbral de los 50 puntos supone crecimiento y por debajo, contracción.
La ansiada V, que simboliza la recuperación económica tras el hundimiento que ha traído el coronavirus, ya se está dibujando en China. Pero algo coja. Tras su drástico trazo descendente por el impacto de la pandemia, que provocó durante el primer trimestre una caída histórica del Producto Interior Bruto del 6,8%, el ascendente no acaba de despuntar. En el segundo trimestre, una vez controlada la epidemia pese a sus rebrotes, el PIB creció un 3,2% mientras el resto de grandes economías mundiales sufrían su mayor desplome en tiempos de paz.
La actividad industrial de China creció en julio al mayor ritmo desde hace casi una década, según el índice gerente de compras (PMI) del sector manufacturero publicado hoy por el diario económico privado Caixin y que muchos inversores toman como referencia para el país asiático.