No parecía fácil evitar ramificaciones financieras de la crisis sanitaria. La brusca caída del PIB en 2020 y la menor reactivación de la actividad productiva en 2021 —con el daño adicional de la inflación—, no eran buenos augurios. Sin embargo, el sistema financiero ha respondido bien manteniendo la cadena de pagos y concediendo —con avales públicos del ICO— liquidez y crédito a empresas y autónomos.
Concluye el año con más arañazos sobre las expectativas de recuperación de los previstos hace apenas un par de meses. Y con más inquietudes acerca de la capacidad de esta para sortear algunos obstáculos menos coyunturales de lo que podía anticiparse.
El grado de transitoriedad del brote de inflación generado por el alza desorbitada de la electricidad, y en menor medida del aumento de costes de producción provocado por la falta de suministros, determinará en buena medida el rumbo de la economía en el próximo año.
Uno de los resultados más inesperados de esta crisis es el cambio de paradigma de la política económica europea. Frente al dogma del retorno al equilibrio presupuestario en 2011-12, sin miramiento por las consecuencias económicas ni sociales, en esta ocasión Bruselas se ha decantado por un apoyo inteligente a la coyuntura.
La economía española prosigue su recuperación, gracias al rebote que cabía esperar tras el golpe asestado por la pandemia y a los buenos resultados en materia de vacunación. El tirón del empleo es otro hecho positivo a resaltar. No obstante, los resultados no están a la altura de las expectativas ni de los registros de otros países europeos. Mientras en el conjunto de la eurozona el PIB del tercer trimestre de este año estaba tan solo un 0,5 % por debajo del nivel del cuarto trimestre de 2019, en España era aún un 6,6 % inferior.
Un mercado laboral que genera empleo, calles llenas de consumidores, restaurantes completos o unos ingresos fiscales que crecen con fuerza tienen a los economistas en ascuas. Con todos estos datos a la vista, cómo puede ser que la actividad de España esté presentando un rebote tan débil.
Al inicio de la recuperación, las expectativas de analistas y organismos nacionales e internacionales, apuntaban a que la economía española sería una de las que más crecerían en 2021, debido a que, al haber sido mayor su caída en 2020, el efecto rebote de la vuelta a la actividad tras la eliminación de las restricciones sería también mayor —en ausencia de factores específicos en contra—.
A finales de diciembre hará un año que comenzó la vacunación contra el coronavirus en buena parte del mundo. A pesar de ello y de haber alcanzado significativos —aunque desiguales entre países— niveles de inmunización de la población, las cifras de contagios y hospitalizaciones están volviendo a crecer en Europa y Estados Unidos las últimas semanas. Preocupan. Primero por las consecuencias sanitarias, siempre tristes. Ahora afectan principalmente —pero no exclusivamente— a los no vacunados.