En su relación con la zona euro, Alemania siempre batalla con sus dos almas. Por un lado, la del país rico del norte que huye de la mutualización como bono que lleva el diablo; por el otro, la de país grande y dominante en el club que tiene el deber de conducirlo al consenso final. Esto, en manos de Angela Merkel, significa actuar solo cuando no haya más remedio, en el último momento y sin volantazos.
El empleo de cientos de miles de alemanes depende a día de hoy, en plena crisis del coronavirus, del 'Kurzarbeit', una modalidad de jornada reducida en la que el Estado paga temporalmente hasta dos tercios del salario para impedir que la crisis lleve a despidos masivos.
Alemania planea crear un comité gubernamental con competencias de intervención rápida para evitar que empresas alemanas sean adquiridas por manos extranjeras si lo juzga necesario, un esquema que ilustra la inquietud ante operaciones de compra de tecnología por parte de China.
El Gobierno alemán de gran coalición que preside la canciller Angela Merkel desveló ayer su paquete de medidas contra la crisis climática, que implicará inversión pública por valor de 54.000 millones de euros de aquí al año 2023 en energía, transporte, construcción, e innovación y desarrollo. Objetivo: conseguir que Alemania reduzca en un 55% las emisiones de gases contaminantes en el 2030 respecto a los niveles de 1990, en línea con lo acordado en el seno de la Unión Europea.
"La semilla por fin parece que está plantada, no creo que debamos pasarnos ahora con el agua. Hay que ser prudentes". Con esta imagen tan gráfica resumía ayer una alta fuente diplomática el dilema en el que se encuentra ahora mismo el núcleo duro de la Eurozona. Alemania, al borde técnico de la recesión, afronta por un lado una presión constante de socios comunitarios e instituciones internacionales para que aplique un giro de 180 grados a su política económica y empiece a gastar.
Recesión técnica. Dos palabras que mantienen en vilo a Alemania y a toda Europa. La locomotora alemana se contrae tras diez años de fuerte crecimiento económico y probabilidad de que las cifras oficiales conviertan el fantasma de la recesión en realidad se disparan. Pero, ¿cómo ha llegado hasta aquí la cuarta economía del mundo? Y sobre todo, ¿y ahora qué?
Tras meses de resultados minados por las tendencias bajistas de la economía alemana, la empresa siderúrgica Thyssenkrupp ha decidido dar marcha a atrás y estudiar si sacar a la venta parte de sus negocios. Según varias fuentes cercanas a la empresa confirman a Reuters, el CEO, Guido Kerkhoff, tendría sobre la mesa la venta de la división de ascensores del grupo como vía para poder salvar los negocios restantes del conglomerado.
La economía alemana vuelve a dar signos de debilidad. Las señales que se van recibiendo sobre la marcha de la economía alemana en el tercer trimestre no son halagüeñas. La situación es lo suficientemente seria como para que Olaf Scholz, ministro de Hacienda del gobierno de gran coalición dirigido por Angela Merkel, se plantee un paquete de estímulo fiscal de unos 50 mil millones de euros.