Olaf Scholz ha acabado cediendo a las presiones para enviar tanques Leopard 2 a Ucrania. Pero no piensen ni por un momento que ha cambiado de postura. Está haciendo lo mínimo que necesita hacer para fingir que Alemania sigue siendo un miembro fiable de la alianza occidental.
Alemania ya no es una manzana, descrita así porque casi toda la población formaba parte hasta ahora de la clase media. Se ha convertido en una pera, con más gente arriba y la mayoría abajo. Al club de los superricos, al que pertenecen 3.100 alemanes con un patrimonio de por lo menos 100 millones de dólares, se sumaron 300 afortunados en 2021, según el Boston Consulting Group. En el mundo solo hay dos países con todavía más superricos que en Alemania: China, con 8.500, y EE UU, con 25.800.
Se llamaron a sí mismos “la coalición de progreso”. Un inédito tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales se disponía a emprender las grandes reformas de corte progresista que necesitaba Alemania. El nuevo canciller, Olaf Scholz, quería dejar atrás los años de estancamiento de la gran coalición de la que él mismo había formado parte como vicecanciller de Angela Merkel.
Son los puertos de Bilbao, Valencia, Génova, Marsella, El Havre, El Pireo, Rotterdam, Amberes y, pronto, también el de Hamburgo (el tercer complejo portuario europeo, ideal para la entrada y salida de mercancías). Todos, en parte, en manos de Pekín. El 10% de la capacidad de los puertos europeos está ya en manos chinas. China quiere el poder marítimo en Europa porque los puertos facilitan su entrada en el mercado europeo. Por otro lado, para Hamburgo, el comercio con China es clave y no quiere perderlo.
Mientras Alemania empobrece, los institutos de investigación y la prensa económica piden al Gobierno que se exprese claramente y reclame sangre, sudor y lágrimas, como hizo Winston Churchill en su enérgico y sombrío discurso de 1940: “Blood, sweat, tears..., por qué Scholz debería hablar como el primer ministro del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial”, reclama el diario económico Handelsblatt. Y el legendario Der Spiegel subraya que no hay alternativa ante el endurecimiento de la política monetaria del BCE, que reducirá su hoja de balance y subirá más la
Pronto no solo hará mucho frío, sino será más oscuro. Alemania está metida en la trampa de Putin y va a perder bienestar durante varios años, como pronostica Marcel Fratzscher, el jefe del instituto de investigación económica DIW. Probablemente ha entrado ya en recesión en el tercer trimestre. Los crecientes precios energéticos serán un problema para muchos hogares alemanes, la mitad de los cuales se calientan con gas. La inflación podría llegar hasta el 10% a finales de año.
Las fábricas de Alemania podrían tener que reducir su producción, e incluso detenerla por completo, a causa de los menguantes niveles de agua en el río Rin, que complican el transporte de mercancías, según advirtió este martes la poderosa Confederación de la Industria Alemana (BDI). “La sequía persistente y el bajo nivel de los ríos amenazan la seguridad de los suministros para la industria.
Rusia aprieta de nuevo las tuercas a Alemania. Gazprom ha reducido esta semana el suministro de gas a través de Nord Stream, que conecta a Rusia con Alemania por el Báltico, del 40% al 20% de su capacidad máxima. Aunque Berlín tenga claro que el consumo energético deberá reducirse drásticamente, Berlín apuesta además por la solidaridad europea.
La carne de ternera debería ser cinco veces más cara“. Quien provoca con estas palabras cuando la inflación (7,9% en mayo) es la más alta desde hace 50 años es Marcel Fratzscher, uno de los grandes pensadores económicos de Alemania. Presidente del DIW (el Instituto de Investigación Económica de Berlín), Fratzscher explica habitualmente a la opinión pública cuáles son las debilidades del sistema económico alemán y propone alternativas.
Alemania está pasando página. Su nuevo canciller, Olaf Scholz, quiere una economía más ecológica y digital, y también lo quieren titanes empresariales como Volkswagen y Siemens.