El cooperativismo está ejerciendo de muro de contención ante la progresiva 'desguipuzcoanización' de las empresas.
Un año más. 2014 también va a acabar en Gipuzkoa con el traspaso a manos foráneas de algunas de sus empresas más emblemáticas e importantes. Unido al cierre de otras, otra constante durante la crisis, se ahonda en una tendencia que hace ya tiempo preocupa a empresarios, trabajadores, proveedores, clientes y gobernantes por lo que supone de alejamiento de los centros de decisión. Patricio Echeverría pasó en marzo a manos del grupo canadiense ITG, Policlínica Gipuzkoa ha anunciado su integración en el grupo estatal con capital británico IDC Salud, y Fagor Electrodomésticos acaba de iniciar una nueva etapa como filial del grupo catalán con capital luxemburgués Cata-CNA.
Son solo los ejemplos más conocidos de una realidad que se repite sistemáticamente en los últimos años. Cada vez menos empresas importantes de origen guipuzcoano se mantienen en manos locales. El año pasado el caso más sonado fue el de Ibermática, y años antes los de Banco Guipuzcoano, Kaiku Corporación, Tesa, Papresa, Zahor, las transportistas Azkar y San José... Un proceso que se inició hace ya décadas con firmas como Bodegas y Bebidas, Koipe, Niessen o las grandes acerías (Aristrain, Ucín, Orbegozo...), pero que con la globalización primero y la crisis después se ha acentuado.

Las 50 empresas más grandes de Gipuzkoa / DV
La baza del cooperativismo
La fuerte implantación del cooperativismo y de otras fórmulas asociativas por las que los trabajadores son a la vez propietarios de las empresas está ejerciendo de muro de contención ante la progresiva 'desguipuzcoanización' de las mayores compañías del territorio. De las 50 mayores empresas por facturación de Gipuzkoa (ver gráfico adjunto), catorce son cooperativas (doce de ellas integradas en el Grupo Mondragón y las otras dos, Irizar y Ampo, nacidas en su seno) y otras cinco (CAF, Esergui, Iparlat, Distribuidora Farmacéutica y Gureak) tienen un componente asociativo o al menos representación de los trabajadores en el capital social. Una circunstancia muy característica de Gipuzkoa que dota de estabilidad a las compañías en su vertiente accionarial. Del resto, 14 son ya filiales extranjeras y 17 siguen siendo propiedad total o mayoritariamente de familias o accionistas de origen guipuzcoano.
El mundo empresarial e institucional no esconde su preocupación por la progresiva desaparición del capital local solvente en nuestras empresas. Si la venta de Patricio Echeverría por parte de los herederos del fundador ha supuesto el adiós del último referente de los grandes patronos de la industria guipuzcoana, lo que realmente inquieta es la ausencia de grandes inversores locales, ya sean personas físicas o fondos de inversión, capaces de apoyar a compañías de tamaño pequeño o mediano a la hora de dar el salto a grande. Para ellas, la única alternativa es recurrir a fondos de capital riesgo o de inversión generalmente con sede en Madrid, Londres o Luxemburgo.
Lo decía a comienzos de año el presidente de la patronal guipuzcoana Adegi, Pello Guibelalde: «Gipuzkoa está en venta». Y el tiempo le está dando la razón. Es más. Los expertos auguran para los próximos años una sucesión de operaciones de venta de empresas del territorio (o de parte de ellas) a firmas foráneas. Dos factores coinciden en el tiempo. Por un lado, convencidos de que lo peor ha pasado y de que la economía española empieza a ver la luz, empresas y fondos de inversión y capital riesgo extranjeros han vuelto a poner sus ojos en el país en busca de gangas: compañías con alto potencial de crecimiento y escasos recursos o firmas suficientemente competitivas pero con balances deteriorados tras seis años de crisis cuya valoración se ha desplomado. Del otro lado, los problemas de financiación a que se enfrentan las compañías españolas obligan a muchas de ellas a tener que buscar compañeros de viaje que inyecten los fondos necesarios para fortalecerse y financiar sus planes de crecimiento. Y una forma de conseguirlo es dando entrada en el accionariado a ese 'mesías' que llega con dinero fresco.
Si España es objeto de deseo, una región industrial como Euskadi y Gipuzkoa deben estar en el centro de la diana. «El panorama ha cambiado radicalmente en el último año. Ahora hay mucho apetito inversor y mucha liquidez. España es un mercado objetivo y de oportunidades y el País Vasco un área interesante. Si la pregunta es si nos han requerido desde fuera para que busquemos empresas interesantes para comprar, la respuesta es sí». Así de categórico se mostraba antes de verano José Antonio Barrena, director general de Norgestión, firma vasca especializada, entre otras materias, en operaciones corporativas (fusiones, adquisiciones...). Subrayaba que «se buscan compañías de tamaño medio, a partir de 30 millones de facturación, internacionalizadas, capaces de competir en el mercado global y con un componente aceptable de I+D». Por sectores, destacan ingenierías, automoción o máquina-herramienta, aunque el mercado «está abierto a cualquier oportunidad».
Y añadía dos cuestiones fundamentales. «Antes Euskadi tenía la lacra del terrorismo y muchos fondos no entraban por ese motivo. Ahora ese escollo ha desaparecido». Y dos: «El empresariado guipuzcoano está cansado tras seis años de dura resistencia a la crisis; si encima no tiene claro el relevo generacional, muchos están dispuestos a vender su empresa por un precio razonable». Barrena incluso da fe de casos concretos en los que «empresarios que rechazaron jugosas ofertas en 2006 o 2007, en la cúspide de la bonanza, ahora están dispuestos a vender por un precio menor».
Emprendedor/empresario
¿Por qué? Además del cansancio que ha generado la resistencia a la crisis, muchos empresarios recuerdan que la percepción social de su figura ha cambiado en los últimos años, especialmente en Gipuzkoa. «Hemos pasado de ser los emprendedores generadores de empleo y riqueza a explotadores y gente sin alma que solo busca el lucro personal y despide sin compasión. Es injusto, pero la situación se está volviendo insostenible para muchos», subraya un empresario guipuzcoano, quien se pregunta atónito «dónde se encuentra el punto en el que un emprendedor (en positivo) se convierte en empresario (en negativo)».
Los expertos advierten de las consecuencias de esta tendencia. Este tipo de operaciones se enmarcan en el epígrafe de 'captación de inversión extranjera'. Pero es distinto que una multinacional decida invertir en una nueva instalación y crear nuevos empleos y actividades, a la compra de una empresa local. Esta última operación tiene el componente positivo de inyectar fondos en un momento dado a una compañía necesitada de ellos para salir del atolladero o abordar ambiciosos planes de inversión. Pero a largo plazo, cuando Gipuzkoa pierde el control accionarial de una empresa se arriesga a entrar en un proceso en el que primero se desplaza el centro de decisión y más tarde se producen cambios en política de proveedores, empleo...
Fuente: ELDIARIOVASCO.com
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