Emprendedores con alma social

Su trabajo debe repercutir en que la sociedad mejore, pero deben conseguirlo manteniendo la rentabilidad económica. Son proselitistas de su propio modelo de emprendimiento y a menudo trabajan en red. Y cada día son más numerosos en España. Son las llamadas empresas sociales, y poco a poco empiezan a abrirse un hueco importante en el tejido empresarial europeo.

“El emprendedor social busca obtener beneficios, no para enriquecerse, sino para reinvertirlos en el propio proyecto, quiere que su compañía sea sostenible y, de forma paralela, busca el impacto social de su empresa. El objetivo de estos proyectos es dar solución a un problema social, sea de la envergadura que sea. Esto hace que sean empresarios muy involucrados con su idea de negocio, que trabajan con mucha ilusión”, explica Marta Solórzano, codirectora del curso de experto universitario en Emprendimiento e Innovación social de la UNED y profesora de organización de empresas. “Como es un sector que se enfrenta a muchas dificultades, saca recursos de donde a otros no se les ocurre y, debido a ese fin social, logra involucrar a personas que no se implicarían igual en iniciativas puramente empresariales”.

La primera dificultad estriba en definir qué es exactamente el emprendimiento social. En ello está la Comisión Europea. Aunque comparten con muchas ONG su finalidad social, las empresas sociales tienen que ser económicamente sostenibles y concebirse así desde el principio, aunque reciban puntualmente alguna subvención. Esta es la descripción de estas empresas aceptada por todo el mundo académico, a nivel internacional, y asumida por la propia Comisión Europea. Pero esta reconoce, a su vez, que es un problema que “no haya un modelo legal definido para estas empresas”, que “se posicionan entre el sector privado tradicional y el sector público”. Aunque sí está claro que la característica esencial que las diferencia del resto “es que tienen un objetivo social y societario combinado con el espíritu empresarial del sector privado”.

“Dado que en Europa hay confusión sobre lo que es empresa social y lo que no, la Comisión Europea lanzó en 2011 la Social Business Iniciative. La Comisión está trabajando en la creación de todo un ecosistema a nivel europeo a favor del emprendimiento social para crear mecanismos y estructuras que promuevan el acceso a financiación, mejorar la visibilidad de estas empresas y establecer un marco jurídico claro para este tipo de compañías”, señala José Luis Ruiz de Munain, consultor de emprendimiento social y asesor para su desarrollo en el sureste asiático, además de director adjunto del curso de experto en este tema que imparte la UNED.

¿Cuál es el canal de financiación de las empresas sociales? El mismo que el de las compañías tradicionales, responden los expertos. Puede ser pública o privada; o las dos cosas. Aunque en este tipo de compañías cala más la financiación colectiva o en masa (una nueva fórmula de financiación, conocida con el término inglés crowdfounding), que consiste en que se busca una pequeña financiación de un amplio grupo de personas. Lo usan desde pequeñas compañías a artistas desconocidos en busca de apoyo para su trabajo. También hay mecenas que invierten en estas empresas, algo que suele estar supeditado a que el proyecto, aparte de tener valor social, lo tenga económico.

Margarita Albors tiene desde 2010 una incubadora de empresas sociales, Socialnest, una organización sin ánimo de lucro. Tras estudiar ingeniería industrial, esta emprendedora social hizo un máster en empresas en la Universidad de Harvard y, ya de vuelta, decidió fundar esta organización en España. “Quería crear un centro donde se facilitara la creación de empresas, la participación ciudadana en las compañías y la mejora social”, explica Albors.

Socialnest ayuda cada año a entre siete y 10 emprendedores a poner en marcha sus proyectos. Esta ONG se financia mediante patrocinios de eventos sobre emprendimiento social, subvenciones europeas, ayudas de particulares y cuotas simbólicas que pagan las empresas que ayudan a crear. “Aunque queremos ser económicamente sostenibles y estamos trabajando para serlo”, aclara Albors. Dan también formación y organizan talleres. Más de 40 profesionales hacen de mentores y orientadores de los aspirantes a emprendedores. “Hay mucha gente que tiene esta inquietud por ayudar, pero no sabe cómo canalizarla, tanto de emprender como de ayudar a los que lo hacen, por eso pensé en montar Socialnest”, cuenta Albors. Ayudan a impulsar proyectos de muy diversos temas y organizan el Día del Emprendedor Social en España.

Uno de los problemas a los que se enfrenta este sector es la medición del impacto social de estas empresas, algo vital para lograr financiación. Raúl Contreras ha fundado Nittúa, uno de los temas en los que trabajan es precisamente el estudio de la medición del valor social de los proyectos. “Estudiamos todas las metodologías que hay y elegimos una de ellas como la más adecuada, que se llama tasa de recuperación de inversiones sociales —Social Return on Investment (SROI)—. Este índice indica la eficacia y la eficiencia de las inversiones. Aunque tiene una carencia: solo trabaja con elementos tangibles, por ejemplo, lo que se ahorra un Gobierno si la gente no vuelve a prisión. Un intangible sería, por ejemplo, cuánto vale que una persona deje de consumir cocaína, que una familia deje de estar desestructurada y se normalizase, o que una persona recobre la autoestima”.

¿Qué ocurre al no incluir estos intangibles en la medicación del impacto social de un proyecto? “Lo que pasa es que se confunden valor y coste, de ahí nuestro empeño en introducir estos intangibles, porque si retiramos ese valor añadido, ¿qué aportamos a esta sociedad? Además, si cualquier empresario supiera traducir el valor social en valor económico, porque dispusiera de un ciclo que lo posibilitara, empezaría a resultarle interesante contratar a gente con problemas sociales”, responde este experto.

¿Dónde hay más empresas sociales? En los países con más emprendedores, responden los expertos. Destacan tres: Estados Unidos, donde está el origen de todo esto y donde hay un sector privado filantrópico importante; el Reino Unido, donde el emprendimiento tiene mucha tradición y el Estado de bienestar está menos cubierto desde el sector público que en otros países, y Francia, donde siempre ha habido preocupación por la ayuda social. Y destacan que, en general, en el sur de Europa hay un alto interés en impulsar este tipo de iniciativas.

Extracto del artículo original publicado en El País, artículo completo disponible en http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/02/24/actualidad/1361743315_132277.html

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