Empecé a cocinar cuando tenía aproximadamente 20 años. Antes de esa edad, he de confesar que no sabía casi nada. Un episodio bastante humorístico de una cena de pescado crudo recalentado al microondas me hizo darme cuenta de las consecuencias de mi ignorancia y de la necesidad de ponerle remedio. Me compré una libreta de las de colegio, tamaño media cuartilla, con cuadros, y empecé a recopilar recetas. Me colaba indagando en la cocina de mi madre, de mi tía, de mi abuela y de los mejores amigos cocinillas. Les preguntaba cómo hacían esto y aquello.