Desde su descubrimiento a finales de los años setenta, el agujero de la capa de ozono –capa que actúa como filtro o escudo protector ante las radiaciones nocivas que llegan a la Tierra– ha sido uno de los fenómenos climáticos más relevantes y estudiados por la comunidad científica. Las reducciones de la concentración de ozono en esta capa de la atmósfera, especialmente en la zona de la Antártida, se atribuyeron al aumento de la concentración de cloro y bromo en la estratosfera causada por las emisiones de compuestos químicos con origen humano.