Con permiso de Alaska y de las fantasías más elaboradas de la ciencia ficción, la última frontera se encuentra en el Ártico. El deshielo que trae el calentamiento global ha despertado el interés de los países de la región por los recursos, y de otros que se pueden aprovechar de la ruta comercial que podría abrirse en el norte del planeta. Pero antes hay que crear infraestructuras, que es lo que Rusia está haciendo.
Cuatro días después de la misteriosa explosión que provocó la muerte de al menos cinco personas en una remota base del norte ruso, junto al mar Blanco, Moscú ha reconocido este lunes que el accidente estuvo vinculado con pruebas de “nuevas armas”. Durante un funeral en memoria de los científicos que murieron en el incidente, la agencia nuclear rusa (Rosatom) ha asegurado que “continuará el trabajo sobre este nuevo tipo de armas que, bajo cualquier circunstancia, se hará hasta el final”.