En Solaris, la novela de Stanislaw Lem, los tripulantes de una estación de observación extraterrestre tratan de comunicarse con un ser inteligente muy distinto de los conocidos. Un océano protoplasmático, que parece vivo, pero con el que es imposible interaccionar, nos recuerda lo estrecha que puede ser nuestra imaginación cuando pensamos en inteligencia alienígena.