En el siglo XVII una de las paradas habituales de los balleneros vascos era Islandia. La relación entre la población local y los visitantes era buena y fluida, hasta el punto de que se creó una especie de idioma común, el pidgin, para poder entenderse –hay un diccionario conservado en Reikiavik que así lo acredita–. Sin embargo, en 1615 todo se torció: tres galeones guipuzcoanos naufragaron y la hambruna por la que estaba pasando la población local después de unos inviernos especialmente duros provocó tensiones tan fuertes que los v