París está perdiendo su magia, al menos para un sector de parisinos. Continúa siendo un polo cultural extraordinario y un imán para el talento, pero la experiencia cotidiana resulta agridulce. Entre la pandemia, los precios inmobiliarios, la desidia y el incivismo, algunos parisinos se percatan de que pagan un precio excesivo en calidad de vida y piensan en marcharse.