Internet lo tiene todo, y además no tiene piedad. Así que no es de extrañar que el mundo digital, que alumbró una nueva forma de pensar el emprendimiento y los negocios —con sus páginas web y aplicaciones, con ese lenguaje plagado de anglicismos y metáforas propias, con esa búsqueda incesante de los problemas y necesidades del mercado—, haya ideado también un cementerio para ellos.