Todo hacía indicar que tras un final de año complejo para los puertos y las cadenas de suministro en general, este 2022 iba a traer algo de calma para estas infraestructuras y las empresas exportadoras e importadores. Sin embargo, en cuestión de semanas la situación ha dado un giro de 180 grados. La irrupción de ómicron y su elevada tasa de contagios amenaza con dejar los problemas de 2021 en una broma. Los primeros síntomas ya se están empezando a notar tanto a nivel local (escasez de productos básicos) como global (nuevos retrasos en envíos, puertos a medio gas...).
Las alteraciones de las cadenas de suministro están afectando seriamente la recuperación económica global. Es una situación extraña en muchos sentidos. Los tipos de productos y servicios afectados por las demoras y las escaseces –incluido un amplio rango de productos intermedios, desde materias primas hasta semiconductores, y los productos finales que dependen de ellos- se asemejan a lo que uno vería en una economía de guerra. Y las alteraciones nos tomaron en gran medida por sorpresa.
Las alteraciones de las cadenas de suministro están afectando seriamente la recuperación económica global. Es una situación extraña en muchos sentidos. Los tipos de productos y servicios afectados por las demoras y las escaseces –incluido un amplio rango de productos intermedios, desde materias primas hasta semiconductores, y los productos finales que dependen de ellos- se asemejan a lo que uno vería en una economía de guerra. Y las alteraciones nos tomaron en gran medida por sorpresa.
La industria de la electrónica es tan solo un ejemplo, pero estamos notando los efectos claramente: se presentan nuevos productos, pero tardamos semanas en poder comprarlos. ¿Por qué?
Pues en parte porque se fabrican menos debido a la escasez de componentes, pero también porque el transporte de mercancías está en uno de los grandes colapsos de su historia. Cientos de barcos están bloqueados a las afueras de los puertos, y el precio por enviar un contenedor se ha multiplicado por diez en comparación con los niveles pre-pandemia.
El pasado jueves el Parlamento Europeo aprobó la reforma de la normativa que regula el transporte de mercancías por carretera de la UE y con ello estableció una histórica barrera a la práctica de actividades fraudulentas en el sector largamente denunciadas, como el "dumping social" que realizan algunas empresas al ofrecer sus servicios a precios más bajos a costa de los trabajadores.
Los problemas financieros de una de las mayores líneas de transporte marítimo del mundo han dejado hasta US$14.000 millones en productos varados en alta mar y a los propietarios de esos cargamentos pasando apuros para tratar de recuperar sus bienes y hacerlos llegar a sus clientes, dicen ejecutivos de la industria, operadores y propietarios de carga.
Si el sector del acero reclama medidas 'antidumping' para evitar que China siga comercializando productos a un precio por debajo del de el mercado, el transporte guipuzcoano reclama a Europa que concrete una normativa que evite el "dumping social" de las empresas del Este del continente y que está provocando "la ruina y la destrucción del sector en Euskadi y en España".
La Asociación Empresarial Guipuzcoana de Transporte de Mercancías (Guitrans), ha vuelto a alertar este jueves, en la previa de su Asamblea General, la urgencia con la que se deben tomar decisiones "que favorezcan que el cabotaje interior sea realizado por empresas y trabajadores estatales y se evite el cierre masivo de compañías de transporte".
En un parque logístico que rodea el puerto de Shanghai, los únicos bienes guardados en un depósito de tres pisos el mes pasado eran blue jeans de alta gama, camisetas y chaquetas importadas del Reino Unido y Hong Kong. La mayor parte de la mercancía llevaba allí casi dos años.
La actividad en el depósito de 10.000 metros cuadrados decayó a fines de 2015 tras el retiro de varios importadores chinos de vino, señala Yang Ying, la administradora, lo que dejó mucho espacio vacío. El golpe final se produjo después de que en diciembre pasado un comerciante rechazó un despacho en el muelle. “El cliente les dijo a los trabajadores que devolvieran el vino a Francia. Nadie lo quiere”, cuenta Yang.