El precio del barril de Brent ha superado este lunes los 120 dólares, su nivel máximo desde marzo, cuando se disparó a un máximo desde 2008. El petróleo se ve tensionado antes de que la Unión Europea celebre una cumbre de dos días en Bruselas en la que tratarán de sacar adelante las sanciones al petróleo ruso.
En diciembre de 2021 el West Texas Intermediate (WTI) y el Brent promediaban $71 y $74 por barril. A finales de enero, el Brent superó los 91 dólares por barril y el WTI los 87 dólares por barril. Los principales bancos de inversión pronostican alzas en los precios del crudo en 2022 y 2023. Goldman Sachs, por ejemplo, estima que el Brent llegará a $96 dólares en 2022 y a $105 en 2023.
Empecemos con una imagen gráfica: una mujer, maquillada con esmero, con laca en el pelo, esmalte en las uñas y unas gafas con monturas a la moda, apunta una dirección con su bolígrafo. Luego se sirve una taza de café y, como le duele la cabeza, se toma una aspirina. Sale a comprar y paga con tarjeta de crédito. Después va al lavabo, recién limpiado con detergente, deja su bolso sobre la repisa y se lava las manos con jabón.
Silicon Valley is a long way from Houston. Hackathon denizens seem to exist in a different universe than rough-and-ready oilfield crews. But tech startups are invading the oil business. Not only that, they’re succeeding despite the price rout.
Oil prices plunged in 2014 because of a supply glut spurred by the American fracking renaissance and OPEC’s decision not to reduce exports. As a result, exploration and production companies have cut budgets, laid off thousands of employees, and are fighting to rescue their balance sheets. Large oilfield services firms are in similar, or worse, positions. But a new generation of high-technology companies are stepping in to fill the gap, and investors are lining up to finance them.