A propósito del declive de la inversión en I+D en las empresas vascas (texto integro del articulo publicado por ISEA en Noticias de Gipuzkoa)
Numerosos medios se han hecho eco de la caída continuada de la inversión en I+D por parte de las empresas vascas en un dinámica que ya dura cinco años. Conforme a las informaciones aportadas por EUSTAT, en el año 2016, el gasto en I+D de Euskadi se situaba en el 1,82% del PIB, muy alejado de la meta del 3% establecida como objetivo en la Estrategia de Lisboa de la Unión Europea.
Ahora bien, estas crónicas aportan una visión limitada de una problemática más compleja al considerar la evolución de la inversión en I+D como una dimensión aislada. Desde mi perspectiva, no es posible interpretar correctamente este fenómeno si no tenemos presente el alcance integral de un problema que afecta al conjunto de la gestión empresarial y que conjuga debilidades crónicas con el impacto de la crisis económica.
Normalmente se enfatiza la importancia de ciertos factores en la competitividad, por ejemplo, el desarrollo tecnológico, la innovación,… pero rara vez se menciona la trascendencia de las prácticas de gestión empresarial. Por ello adquiere relevancia una investigación llevada a cabo por investigadores de la Universidad de Stanford, el Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Oficina del Censo de los Estados Unidos sobre una muestra de 32.000 empresas de manufactura americanas. El estudio refiere que los sistemas de gestión explicarían hasta el 18% de las diferencias de productividad existentes entre las empresas, mientras que la inversión en I+D explicaría hasta el 17% de las diferencias de productividad, las competencias profesionales el 11% y, finalmente, la inversión en TICs sería responsable del 8% de dicho diferencial de productividad.
Por eso cobra especial relevancia las debilidades en la gestión de las empresas vascas, evidenciadas por la posición que ocupa Euskadi entre las regiones europeas en el Panel de Indicadores de Innovación Regional RIS 2017: Posición 167 en el indicador relativo a pymes innovadores en marketing u organización, puesto 144 en el indicador relativo a pymes innovando en capacidades internas y posición 118 en el empleo de servicios intensivos en conocimiento.
Complementariamente, se ha constatado una regresión en la orientación emprendedora de las empresas vascas: Conforme al Estudio GEM de Euskadi publicado en 2018, un exiguo 1,5% de la población laboral vasca manifiesta haber participado en iniciativas emprendedoras en el seno de sus empresas en el curso de los últimos 3 años. A modo de ilustración, países como Suecia y Dinamarca presentaban tasas de intraemprendimiento superiores al 9%. España, con una tasa del 2%, se situaba en el puesto 26 en el ranking europeo.
Este dato es trascendental, porque tal y como señala el Foro de Davos en su informe "Los emprendedores ocultos de Europa”, la actividad intraemprendedora de las organizaciones permitiría comprender cómo un continente competitivo como Europa presenta una actividad emprendedora general aparentemente baja. Así, la actividad intraemprendedora en el seno de las empresas vendría a suplir o completar el emprendimiento general de las sociedades europeas.
A estas alturas, parece claro que las empresas vascas han sufrido un proceso de adaptación competitiva ante la crisis que, además de considerar los factores asociados a los costes, por ejemplo mediante la devaluación de los salarios y de las condiciones laborales de contratación, ha ocasionado la degradación de otros factores como el desarrollo tecnológico, el intraemprendimiento, la implantación de las TICs, etc.
Esta observación concuerda con los resultados de una reciente investigación desarrollada por un equipo de la Sloan School of Management y de la Universidad de Cornell, que ha evidenciado que, en el curso de las sucesivas crisis económicas, los directivos desarrollan un estilo conservador orientado a la reducción de los costes en detrimento de la inversión en la I+D, las inversiones de capital,… que a posteriori redunda en tasas de crecimiento más pobres.
Como consecuencia, en el curso de los últimos años las empresas se han instalado en una lógica del rendimiento a corto plazo: Según una encuesta elaborada por la consultora McKinsey, el 63% de los directivos encuestados declaró que la presión para obtener resultados a corto plazo se ha incrementado en los últimos cinco años. De hecho, el 79% afirma estar especialmente presionado para generar una elevada rentabilidad en un período inferior a los dos ejercicios.
Ante estas evidencias, el investigador canadiense William Lazonick afirma que las empresas se han deslizado desde un modelo de “creación de valor” hacia otro basado en “la extracción de valor”, por el cual la obsesión por los resultados a corto plazo conduce hacia la destrucción de valor a largo plazo. En síntesis, Lazonick afirma que la búsqueda del rendimiento a corto plazo estaría erosionando la competitividad de las empresas y su capacidad de supervivencia a largo plazo.
Otra consideración que debemos tener presente es que no se puede disociar la capacidad de innovación en gestión con el desarrollo tecnológico, habida cuenta que constituyen factores íntimamente relacionados. A modo de ilustración, un estudio con carácter retrospectivo que ha llevado a cabo el Instituto Global McKinsey sobre el impacto de las TICs en diversos sectores de actividad de la economía americana en el curso de la década de los años 90 ha identificado las siguientes condiciones para que la implantación de TICs tenga impacto en la productividad:
Deben de desplegarse en una secuencia que permita el desarrollo de competencias organizativas a lo largo del tiempo.
Se ha de producir una evolución simultánea de la innovación en la gestión y la incorporación de las nuevas tecnologías que dé lugar al rediseño de los procesos de gestión así como a la creación de nuevos productos y servicios.
Estas conclusiones refrendan las investigaciones de Erik Brynjolfsson, Director de la Iniciativa sobre Economía Digital del Instituto Tecnológico de Massachusetts, quien ya había cuantificado el esfuerzo de asimilación de las tecnologías. Basándose en modelos econométricos, estableció que el coste del aprendizaje y la adaptación que las empresas llevan a cabo por la incorporación de las TICs es diez veces superior al coste incurrido en la adquisición e implantación de dichas tecnologías.
La conclusión más preocupante que resulta de la investigación del MIT Sloan School of Management y la Universidad de Cornell anteriormente citada es que el estilo conservador adquirido por los directivos en el curso de las crisis económicas presenta una tendencia a perpetuarse, incluso una vez que desaparece la causa que la originara.
Tomando en consideración este conjunto de observaciones, es lógico preguntarse… ¿Cómo será posible afrontar los grandes retos que aguardan a las empresas vascas tomando como base de partida una gestión contingente y un estilo de dirección orientado a la eficiencia a corto plazo? Por ejemplo,… ¿Cómo abordar bajo estas condiciones el reto de la transformación digital?.
Por ello, en lugar de enfatizar exclusivamente sobre el declive de la inversión en I+D, es necesario ahondar en un diagnóstico más profundo del impacto de la crisis en la gestión empresarial, integrando el conjunto de factores de la competitividad empresarial.
Adicionalmente, es preciso abordar las carencias estructurales que presentan las empresas vascas en la innovación en la gestión, evidenciadas por el Panel de Indicadores de Innovación Regional. En este sentido es urgente articular una colaboración inter-institucional para diseñar e implantar un plan de acción que genere un salto competencial en nuestras empresas para que puedan abordar adecuadamente las grandes transformaciones del futuro.
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