En el palmo de una mano puede caber el mundo entero. Gracias a la globalización económica, que cobró fuerza a partir de los años ochenta, hoy en día es posible diseñar dispositivos como un iPhone en EE UU y ensamblarlos en China, con productos procedentes de 200 compañías distribuidas en más de 40 países en los cinco continentes.
¿Vamos a asistir a un proceso de desglobalización? No lo creo. El mundo está profundamente interconectado, y será difícil romper las relaciones creadas durante décadas de intercambios comerciales, tecnológicos, científicos y educativos. Varias generaciones de estudiantes universitarios, desde los 90, se han formado con una mirada global que será difícil que olviden, más cuando la interconexión digital continúa reforzando las relaciones creadas.
Antes de contagiarse por el coronavirus COVID-19, la economía mundial ya enfrentaba múltiples desafíos que amenazaban su proceso de globalización, como el proteccionismo creciente en distintos puntos del planeta manifestado en procesos como la guerra arancelaria o la salida de Reino Unido de la UE. En Washington, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, emprendía nada más desembarcar en la Casa Blanca una batalla arancelaria, que solo el año pasado ingresó 74.000 millones de dólares a las arcas del Estado.
Si evaluamos las últimas décadas, podemos contemplar cómo se ha producido un incremento del grado de interdependencia en los países de alrededor del mundo, fruto del proceso de globalización que ha sido capaz de integrar las diferentes economías y entornos financieros.
Que exista este proceso de conexión entre los diferentes países, conlleva, a su vez, que nos veamos abocados a una conexión por parte de sus variables macroeconomicas, como por ejemplo la inflación.
La primera gran guerra del siglo XXI se libra por la información. Como en toda contienda, hay eventos que representan la escenificación de las hostilidades. La Conferencia de Seguridad celebrada en Múnich el fin de semana fue uno de ellos. Cuando se creó la Alianza Transatlántica, que acaba de cumplir 70 años, pocos podían vaticinar que el principal problema que hoy amenazaría su estabilidad es el control de los datos.
La globalización retrocede, la regionalización aumenta. Un estudio de la consultora McKinsey que se dará a conocer hoy ha hecho la fotografía de cómo han evolucionado las cadenas de valor de las multinacionales globales desde la llegada de internet.
La sofisticada cadena de suministro de productos electrónicos de Asia y la masiva concentración de mano de obra en la región son dos obstáculos que se interponen en el camino de la promesa del presidente electo Donald Trump de hacer que las empresas estadounidenses repatrien los empleos manufactureros.
Conventional wisdom and substantial evidence based on hard data assign to multinational companies (MNCs) a crucial role in the globalization of economic activities. Despite the fact that the number and economic relevance of MNCs have steadily grown in the last 50 years (UNCTAD estimates show that at the end of the 1960s there were roughly 7,000 multinationals [PDF] operating worldwide, while almost 80,000 active MNCs were counted in 2006 [PDF]), closer analysis indicates that a relatively small number of very large multinationals is still responsible for most of today’s cross-border economic activity in the world.